CONSAGRACIÓN AL CORAZÓN DE JESÚS COMO SU GUARDIA DE HONOR Día 11



CONSAGRACIÓN AL CORAZÓN DE JESÚS COMO SU GUARDIA DE HONOR

Día 11


Práctica nacida en el Monasterio de la Visitación de Bourg, Francia, en 1863


PRESENTACIÓN:

La Guardia de Honor es una  piadosa milicia que rodea Jesucristo, Rey inmortal de los siglos, abandonado, ultrajado y perpetuamente inmolado en su Trono Eucarístico. Estos fervorosos centinelas, escogen una hora al día, y en ella, sin dejar sus ocupaciones habituales, se postran en espíritu frente al Sagrario, a imitación de la primera Guardia, compuesta por Nuestra Madre Dolorosa, San Juan y Santa María Magdalena.
Durante junio, Mes del Sagrado Corazón, publicaremos el Manual (de 1904) con las instrucciones para asociarse a esta cofradía a la que pertenecieron Sus Santidades León XIII, Pío IX, San Pío X y Pío XI, San Juan Bosco y el Padre Mateo Crawley, entre otros.
Al final de cada día se copiará la oración para el ejercicio diario de la “Hora de Guardia”, y el 30 de junio se publicará la consagración, o fórmula de agregación, que cada uno puede hacer en su hogar.


DÍA 11

LA HORA DE GUARDIA.
OFICIO DE LA PRIMERA FALANGE.


Las almas consoladoras.

Mi Corazón no aguardó otra cosa que « ultrajes y dolores».

Y « Busqué quién me consolara, y no lo hallé » (Ps. 68, y. 2.)

La Guardia de Honor es una  piadosa milicia que rodea Jesucristo, Rey inmortal de los siglos, abandonado, ultrajado y perpetuamente inmolado en su Trono Eucarístico. Era, pues, conveniente que los Socios, como fervorosos centinelas, se relevasen por turno a los pies de este Rey de la gloria y amor, para adorarle, amarle y consolar su Corazón.
¡Tal fue el origen de la Guardia de Honor; conmovedor oficio que reanuda y continúa a la vez la santa Velada del Calvario y la Unión de los Serafines y Margarita María; asociados para rendir al divino Corazón de Jesús un culto perpetuo de consuelo, Reparación y Amor!
La Hora de Guardia es la base fundamental de la Obra, y puede decirse que es la Obra misma. Su práctica se propone a las tres Falanges de la Asociación; pero asume de un modo especial el oficio de las almas de la primera Falange. Ya lo hemos visto, estas almas consoladoras, desde su entrada en la Guardia de Honor, imitan el amor humilde, filial y agradecido de Magdalena, y trabajan para reparar los ultrajes hechos a Jesucristo en su Paternidad divina.
Después de haber llorado sus faltas, se esfuerzan con decisión y amor por consolar al Corazón de Jesús, lleno de dolor por el olvido e ingratitud de los hombres a quienes tanto ama…; por quienes tanto ha padecido; ¡y de quienes es tan poco amado!. Semejantes a los Hijos respetuosos y amantes que rodean a su querido Padre para desagraviarle de todo cuanto le hacen sufrir sus Hermanos ingratos y desnaturalizados, los Guardias de Honor se suceden día y noche, hora tras hora, a los pies de Jesucristo para ofrecer a su dulcísimo Corazón: 

¡Respeto! ¡Amor! ¡Consuelo!

Habrá quien crea, tal vez, que para, santificar la Hora de Guardia, es preciso pasarla toda en oración o ir al templo. No, esto no es necesario; el Corazón de Jesús, según aquellas palabras que dirigió un día a Margarita María: “Todo por amor, nada por fuerza”, deja a las almas en entera libertad para consolarle durante este santo ejercicio.
Al principiar la Hora de Guardia, sin estar obligados en nada cambiar sus operaciones ordinarias, los Asociados van en espíritu a la mansión del Amor:

 el TABERNÁCULO y después de excitarse a sentimientos de dolor y contrición, recordando tantos pecados como se cometen todos los días, ofrecen a Jesús sus pensamientos, palabras, acciones y penas; al mismo tiempo que el deseo de consolar a Su Corazón adorable con su amor. Luego, se esfuerzan en estar lo más unidos que puedan a Nuestro Señor hasta el fin de la Hora de Guardia; haciendo algunos actos de amor, y, si pueden, algún ligero sacrificio.

Se termina con una oración pidiendo según las intenciones del Sumo Pontífice. — Padre nuestro y Ave María.

Si los Socios olvidasen la Hora de Guardia, sería muy laudable que procurasen resarcirla lo más pronto posible por una hora de guardia suplementaria.
Se pueden hacer varias Horas de Guardia en el mismo día. A estas horas suplementarias están concedidos 100 días de indulgencia. (Pío IX, 7 Abril 1865.)
Cada Socio, después de haber escogido su Hora de Guardia, no debe cambiarla sin legítimos motivos.
Los ejercicios de los Guardias de Honor principian generalmente a las 6 de la mañana y concluyen a las 6 de la tarde. El “servicio de noche”, llamémosle así, está cubierto por los Socios que habitan países donde el día corresponde a nuestra noche, y por Religiosos y Religiosas que están obligados a la recitación nocturna del Oficio divino; y por un cierto número de almas fervorosas que han reclamado el privilegio de velar mientras que las demás duermen.
Los Socios deben hacer grande aprecio de esta Hora bendita; precaverse contra la ligereza, olvido y negligencia; y penetrarse de este pensamiento: ¡a tal hora debo tener una audiencia divina en la que puedo pedir todo, y en la que espero obtener todo de la infinita bondad del Corazón de Jesús!
Esperen, pues, este momento privilegiado como Jesucristo lo espera. Este buen Maestro sabe quiénes de sus queridos Guardias de Honor deben llegar cada hora a sus pies; su Corazón los espera, con la impaciencia del amor y palpita gozosísimo viéndolos fieles a su consigna. Y ¿quién podrá decir los torrentes de gracias que derramara el amantísimo Corazón de Jesús sobre sus muy amados siervos?


Ofrecimiento de la Hora de Guardia para cada día:

¡Viva Jesús, muera el pecado, sea por siempre alabado, el Corazón de Jesús Sacramentado!

Sagrado Corazón de Jesús, encendido en llamas de infinito amor, pero herido hasta lo más hondo por nuestro desamor, desagradecimiento y dureza, me postro en tu presencia durante esta hora para hacerte fiel compañía en este Sagrario y en todos los Sagrarios de la tierra. En unión con el Corazón Inmaculado de María, mi Ángel Custodio y mis celestiales Asociados (aquí se nombra el patrono o patronos de la hora que se haya escogido), te dedico mis pensamientos, mis acciones y mis sufrimientos en reparación de los olvidos, ingratitudes e irreverencias que recibes en el Santísimo Sacramento del Altar, y ofrezco en reparación la Sangre y Aguas salidas de tu Corazón traspasado y que Tú presentas incesantemente al Padre, en unidad del Espíritu Santo, por la salvación de todas las almas. Amén.


Nuestra Señora del Sagrado Corazón, proteged a la Guardia de Honor.

Señor San José, San Francisco de Asís, San Francisco de Sales y Santa Margarita María de Alacoque, rogad por vuestros Guardias.





CONSAGRACIÓN AL CORAZÓN DE JESÚS COMO SU GUARDIA DE HONOR Día 11

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